Un oficio de tradición e identidad familiar

Dulfary lo recuerda bien. Su hermano era un muchacho rebelde, que no se amañaba en las paredes de su casa ni en las calles de Tuluá, su pequeño pueblo. No fue mucha la sorpresa cuando un día decidió arrancar viaje para ver qué se encontraba.

Durante su ausencia, los años transcurrieron con la tranquilidad de siempre; quizás, incluso, con más calma. Los quehaceres, el trabajo, la escuela de los muchachos, las ocupaciones cotidianas. Ninguno imaginaba que su regreso cambiaría toda la historia y la identidad de su familia.

Un día llegó a la casa, ya cansado de andar, trayendo consigo un nuevo saber: la fabricación del queso. Rápido todos aprendieron el arte. Doña Nora, la madre, preparaba cuajada para ofrecer a los vecinos, y así, de poquito en poquito, con un montaje artesanal levantado en el patio, el negocio fue creciendo. Padres, hermanas, tíos y primos, ahora eran queseros.

Los clientes habían aumentado, y la familia se consagraba en el oficio. Botellas de leche y luego tinajas, salían a la orden los bloques de queso casi a diario. Con los años, el negocio familiar se heredó a otras manos. Los padres se mudaron a disfrutar su vejez en una finca en La Habana, cerca a Buga, y sin que quedara apego en el natal Tuluá, una de sus hijas se llevó la idea hasta Roldanillo. La primera quesera que se levantaba en este norte conservaba toda la tradición inicial.

A Dulfary el oficio le llegó años más tarde, ya casada y con una hija. Después de haber estado al mando de dos de sus hermanas, la quesera en Roldanillo se acababa. Sin dudarlo mucho compró el montaje y asumió las riendas, y con el tiempo fue levantándola. Sin papeles ni evidencia, fue al banco; quería un préstamo para adecuar el lugar, y lo obtuvo. Compró los lotes donde hoy se encuentra la planta, aunque para entonces aún el proceso no se industrializaba.

Actualmente, su hija administra el negocio. Hace ya unos 12 años que la producción dejó de ser artesanal; con este paso las variedades de quesos aumentaron, y se incluyeron nuevos productos como el yogur y el arequipe. Prolácteos se ha posicionado como una de las empresas líderes en transformación de leche en la región y el país, y la familia entera conserva el oficio: en Roldanillo, en otros rincones del Valle, y hasta en Santander, esta tradición quesera llegó para quedarse.

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